Extraños

Ha pasado mucho desde la última vez que hablamos, de verdad te extraño.

Sé que eres una persona que está muy ocupada, pero siento también que has olvidado todo de acerca de mi.

A veces quisiera iniciar una conversación contigo, decirte, «Hola, como estas?» «Qué has hecho?» «Qué tal la vida?»… pero quizás no estés tan ocupada, quizás solo no quieres hablarme más.

Así que creo que voy a esperar, y estar al pendiente, solo en caso de que tú quieras eso, volver a hablarme, esperare.  Si es que así lo quieres, y si es eso, no lo dudes, aquí estaré, para hablarte de nuevo.

Niña ¿Qué tienen tus ojos?

¿Qué  tienen tus ojos?  Que son igual de brillantes que el mismo sol.

¿Qué  tienen tus ojos? Que me hacen escribir mil poesías sobre ellos

¿Qué  tienen tus ojos?  Que logran opacar la luz de la luna

¿Qué  tienen tus ojos? Que no necesitan de nada más para ser perfectos

¿Qué  tienen tus ojos? Que su color aún no se ha inventado

¿Qué  tienen tus ojos? Que junto con tus labios son tan eternos

¿Qué  tienen tus ojos? Que sin ellos yo me pierdo

¿Qué  tienen tus ojos? Que los necesito para sentirme vivo

¿Qué  tienen tus ojos? Que quiero que estén siempre a mi lado

¿Qué  tienen tus ojos? Que al verlos ya no te puedo hablar

¿Qué  tienen tus ojos? Que contigo quiero estar

¿Qué  tienen tus ojos? Que con ellos puedo soñar

¿Qué  tienen tus ojos? Que cincuenta canciones yo les he compuesto

¿Qué  tienen tus ojos? Dime qué es esto que siento

¿Qué  tienen tus ojos? ¿Puedo estar sin ellos?

¿Qué  tienen tus ojos?  Quisiera saberlo.

¿Qué  tienen tus ojos? Que no puedo dejar de verlos.

¡Y Qué tienen tus ojos!  Que a mí no me han de mirar …

Miradas

            El lugar no era el indicado. La hora no era la correcta. La música era la peor. Y sin embargo ahí esta yo. Mejor aún. Ahí estaba ella.  Aunque hasta este momento, eso yo no lo sabía.

Mi mente estaba abstraída como siempre, pensando en trivialidades, perdida en la nada, en síntesis, estaba en la inopia, en una completa inopia, alejado de todas las cuestiones que importan en el mundo. Era entonces una noche más donde seguro no pasaría nada. Donde seguro terminaría alcoholizado, ya saben, para estar en onda.

            Miraba solo a mi cerveza, una fría e importada cerveza, y en un sábado por la noche, es un elixir, un dulce manjar. Era lo único que veía. Y no necesitaba nada más. Fue entonces que me dio por levantar la cabeza y justo fue ese momento de magia que muchas otras veces había sentido, ese momento en el cual, como si de un hechizo se tratara, las miradas se encuentran, se analizan, ves a la persona, la conoces, la reconoces, y ya no puedes mirar otra cosa.

            ¿Le había visto antes? Puede ser. La ciencia dice que en una ciudad pequeña como esta las probabilidades de encontrarme al menos una vez con todos los habitantes son altas. Pero yo no recordaba haberle visto antes. ¿Ella ya me conocía? Más tarde supe que no. Todo esto lo hacía aún más increíble. Que estando en este lugar, con esta mala música y viendo un partido de futbol, me encontrara con ella.

            Si bien ese encuentro de miradas fue efímero en realidad, a mí me pareció que sempiterno, pues ella mi miraba fijamente y pude ver esos increíbles ojos, ese bello rostro, que sumado a lo que después conocería de ella, la convertía en algo especial. Lo bueno de esto es que no fue la única mirada en toda la noche.

            Yo la seguía mirando, ella hacia lo mismo. Sin más pretensiones que mirar, solo mirar por mirar, por conocer algo, a alguien. Seguro ella pensaba lo mismo que yo: ¿Quién es? ¿Le conozco? ¿De dónde es? ¿Por qué le sigo mirando? ¿Qué es lo que tiene? ¿Qué piensa? ¿Por qué no deja de mirarme? ¿Le gusto? O quizás no pensaba nada de esto y solo sentía que era un raro que no dejaba de mirarle.

            Para eso son las miradas para reconocer a los lugares, a las cosas, a las personas, para identificarse con estas, para no ser ajenos a ellas.  Las miradas son el arte de hablar sin palabras, de decir lo que sientes sin que un sonido salga de tu boca. Puedes decir “Hola” solo con mirar a alguien, puedes decirle “Idiota”, puedes decirle “Deja de verme”. Y ella no me decía estas cosas, más bien, su mirada no me transmitía esto, su mirada me invitaba a acercarme, a decirle algo, al encuentro, me invitaba a más.

            En las sucesivas miradas que hubo esa noche pude apreciar más su rostro, ver sus labios, y cuando hice esto su mirada me indicaba lo que tenía que hacer, yo quería besarle, y ella lo quería hacer. Eso me indicaba su mirada. Necesitaba conocerle. Una vez se rio conmigo, yo con ella, en verdad algo pasaba, algo necesitaba pasar.

            Hablar con silencios, solo con la mirada, eso era lo que pasaba esa noche. Era una cita de lejos. Relativamente de lejos pues solo una mesa nos separaba. Bueno, nos separa algo más, el desconocimiento, el temor a arriesgarse, a intentar ir a la mesa del otro, a encontrarse con que las miradas no eran las adecuadas. Porque las miradas también mienten. Me asegure entonces que no hubiera nadie atrás de mí, y que yo por error, haya tomada esa plática de miradas para mí, siendo que iban para otra persona. No. No había nadie atrás. En verdad estaba teniendo esta conversación, más bien, mirando esta conversación. En verdad nos mirábamos, en verdad nos hablamos.

Tres  veces mire esa noche.

 La primera al lugar para identificar que era uno malo y que quizás no debería de estar ahí. Identifique. La segunda para mirar a mi elixir desinhibidor que sería mi aliciente a intentar cosas esa noche. Aprecie. La tercera para encontrarme con ella, con esos dulces ojos que nunca jamás podre olvidar, con esa mirada que me invitaba a algo más que solo ver. Identifique, aprecie, reconocí, me enamore.

Y como en ninguna otra vez hasta el momento, hice lo que debí de hacer desde la primera mirada, hice lo que toda persona hace a tan dulce invitación. Me acerque a su mesa, sin inhibiciones, sin temores, con una plática de miradas encima, le mire  frente a frente y le dije hola. 

Noche de Marzo

                Al maestro:

         Fue un día muy distinto al anterior sabe?, y es que justo ese día la había visto pero no quiso el destino que lo compartiéramos, quiso entonces el destino que fuera hasta la noche siguiente, una fría noche de domingo y en marzo. Como siempre lo he hecho seguí sus consejos “al pie de la letra” y me atreví a invitarla, recordando como no hay que forzar al destino y así lo hice.

                La invite a salir y ella acepto. Pase por ella y como me dijo una vez, le lleve una flor, no sabía si le gustaría o no, pero por su expresión supe que le había fascinado. Y era distinto, primero por el frío ( ¿ le conté de los raros cambios que han pasado en el clima? , desastrosos), luego porque parecía que todo mundo había escogido esa noche para salir a pasear: niños pequeños jugando, unos jóvenes que platicaban de su día, señoras que venían de la iglesia, señores que venían del trabajo, en fin, parecía día de fiesta.

                Íbamos ella y yo platicando y discutiendo cuál sería la mejor forma de pasar esa noche, yo iba muy emocionado, un tanto nervioso, desde la última vez que le conté no había salido con ella, y aunque ya teníamos confianza, siempre esta esa parte de emoción que nunca se quita, recordando sus palabras: “es lo que le da sabor a la vida”.

                Seguí con sus consejos, y le invite un helado, nos sentamos en la centro mismo de la plaza, ahí cerca del kiosko, donde otras tantas veces habíamos platicado, el aroma a domingo era inmejorable, toda la gente ahí reunida parecía disfrutarlo y así era, aunque hacía frio no era impedimento para pasar un buen rato.

                La plática iba y venía con los temas más variados, desde el último libro que leímos  ( porque ella es una gran lectora hasta hicimos una competencia para ver quien lee más libros al año, puedo creerlo? ) hasta los nuevos discos de vinilo y cual artista escuchar, desde política hasta nuestros grandes y heroicos antepasados, es lo que me gusta de ella, y como le dije una vez, me gusta por eso, porque puedo hablar y hablar con ella de todo, y ella me entiende, sabe de lo que le digo, a ella no le parezco “raro”,  a ella le gusta mi forma de ser, y es lo mágico del asunto, encontrar a alguien así como ella, y un pueblo como este, hace más mágico todo.

                Pero el frio seguía y seguía, entonces ella me dijo:

-Que frio hace verdad?

– Sí mucho – recordé cómo comportarme y lo que me dijo que hiciera en esos momentos  y me quite mi chaqueta  y la abrigue- Así estarás mejor – le dije y solté una sonrisa, ella hizo lo mismo.

– Gracias – contesto ruborizada y con una ternura que hiso que me sintiera muy apreciado

                Seguimos platicando y cuando me di cuenta ya eran las 11 de la noche, y a esa hora la plaza empezó a quedar vacía, que mejor momento pensé. Para este momento nuestra platica era más íntima, hablando de sentimientos, debo de confesarle Maestro que sí el frio me pegaba más lo hacía las cosas que le decía, ya sabe que me pongo nervioso en esos momentos, por eso temblaba al hablarle, ella lo noto.

                -¿Por qué tiemblas? ¡No me digas que estas nervioso!

                – Es el frio, soy muy sensible a este clima – mentí un poco- pero sabes?, es mi clima favorito, lo prefiero al calor infernal.

                – Yo también prefiero este clima

                Y fue ahí donde me arme de valor, y le tome de las manos.

                – Sabes?, Me gustas mucho, tus ojos, tu mechón de color azul, tus manos, y más importante aún, me gusta como piensas, me gusta platicar contigo, me gusta como hablamos por horas, me gusta que te  gusten cosas que a mí me gustan, en definitiva me gustas tú.

                – Tu también me gustas, y es por eso mismo, nunca me había pasado con nadie, me gusta cómo eres, como me tratas, la forma en que hablas, como nos entendemos, como podemos pasar de hablar de un tema a otro, como no hay silencios, me gusta tú.

                Perfecto, todo era perfecto y se ponía mejor maestro; me acerque a ella y le di un beso, un bonito beso, uno largo, uno que nos unió, sus labios, sus ojos cerrados, su mano tomando mi mando, sus mechón de color azul tocando mi rostro, todo era perfecto maestro todo, desearía que hubiera estado ahí para verlo.

                Mire mi reloj y ya eran casi las 12 de la noche, y vivíamos lejos de ahí,  decidimos irnos, no sin antes darnos un largo abrazo, quitándonos el poco frio que nos quedaba, nos dimos otro beso pero ahora uno corto a modo de despedida, la tome de la mano y partimos a nuestras casa, lo mejor es que somos vecinos y así la podía seguir viendo.

                Llegamos a su casa, que está pasando la mía y ahí frente a la puerta nos dimos otro beso, solo que ahora fue un poco más triste porque no la iba  a ver hasta dentro de una semana, y que semana  tan larga se me haría….

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                Así paso maestro, fue la primera vez que salí con ella,  y claro no sería la última, pero aquí solo le cuento de esa vez porque la primera vez siempre es la más mágica y esta vez no fue la excepción, ojala siguiera usted conmigo y me siguiera dando consejos ideas, pero su vida se ha consumido y no queda más que recordarlo mediante estas cartas que espero que donde este las lea, y claro que esto paso y claro que es verdad y quedan estas letras de testigo de lo que una noche fría de domingo de un 17  marzo de 1985 ocurrió. 

El Burro y la Zanahoria

Una vez un amigo me dijo: «Hay que darse cuenta de cuando alejarse, no podemos estar como el burro que siempre va detrás de la zanahoria y nunca la alcanza….» Me pegó ese dicho, porque me quedaba a la perfección, y más en aquel momento en el que vivía engañado pensando que ella me quería ( ya la superé, casi casi no lloro cuando la veo) y que solo era cuestión de tiempo para que me dijera lo mucho que me quería, nunca pasó.

495 días después de eso pensé que sabía mucho de la vida y que ya no viviría engañado y que sería yo el que «jugaría las cartas» y nadie más, que nadie jugaría conmigo pero paso, paso de nuevo pero ahora sin dolor, ya que no había amor, de hecho no había nada, solo esas palabras que se quedan en los muros del facebook o en los «inbox» solo había eso.

El destino ahora estuvo de mi lado y me dio por fin una señal del principio del fin, era más que obvio. Todo comenzó cuando (como el principio de todas mis historias) la agregué a mi perfil de facebook; ahí la conocí y ahí me atrajo, la vi en persona y me gusto, y platique y platique con ella, y ella me decía lo que todas me dicen: eres bien lindo, eres genial, eres extraordinario, me decía eso que se le conoce como, dar alas. Sí, me hacía creer que yo era alguien importante en su vida, que quería conocerme en persona, que quería y pudiera pasar algo si yo me esforzaba más, y como siempre le di el beneficio de la duda.

Y asi fue como la empece a ver más en la escuela, empece a buscarla, a saludarla, pero notaba algo, solo me saludaba si estaba solo, más nunca si iba con sus amigas, ¿quería decir algo?, era obvio la respuesta, es de esas personas que buscan la aceptación de los demás y la prefieren a su propia aceptación, y así fue como nunca me saludaba aunque pasará a 1 metro de mí, y siempre me decía: «Es que no te vi, es que no traigo lentes», creía en su bondad y le dí el beneficio de la duda.

Entonces decidí hacerle un dibujo, no era muy bueno, pero lo hice con amor, y luego justo hoy y despues de varios intentos de salir con ella y despues de que me dijera que la buscara en la escuela, decidi dar un paso, le hice un poema y estaba dispuesto a decircelo, y estuve a punto de robar una rosa de un jardin de la uni.

Fue el momento justo, ese donde la escena de «Realidad vs Espectativas» sucede.

Expectativa: Yo llegando a una banca justo en el camino entre la biblioteca y la cafetería, en una mano el poema, en otra la rosa, ella pasaría justo a las 10:05 am y me vería, me saludaría y en ese momento me pondría de pie y le diría el poema, ella caería rendida y saldríamos de ahí de la mano, rumbo a la felicidad, fin de la historia.

Realidad:Llegue a la banca, me senté, 10:05 am, ella pasa con sus amigas, me ignora, fin de la historia.

El destino me dio un golpe, es la señal!, era el momento de dejar esa zanahoria, era el tiempo de alejarme! y así lo hice, salí de ahí, me dirigi a comer y termino la historia con ella, no, no hubo risas al final.

Y aprendí: hay que saber cuando alejarse, no podemos vivir todo el tiempo esperando que sucedan cosas que sabemos que no pasaran, no podemos estar engañándonos, y si no lo hacemos, la vida nos dará señales, y nosotros debemos de entenderlas. Así lo hice, las entendí y «finite incantatem».

Ahora lo único que espero es que mi Coca se enfríe justo en el punto entre el hielo y el liquido, así es la vida.