Al maestro:
Fue un día muy distinto al anterior sabe?, y es que justo ese día la había visto pero no quiso el destino que lo compartiéramos, quiso entonces el destino que fuera hasta la noche siguiente, una fría noche de domingo y en marzo. Como siempre lo he hecho seguí sus consejos “al pie de la letra” y me atreví a invitarla, recordando como no hay que forzar al destino y así lo hice.
La invite a salir y ella acepto. Pase por ella y como me dijo una vez, le lleve una flor, no sabía si le gustaría o no, pero por su expresión supe que le había fascinado. Y era distinto, primero por el frío ( ¿ le conté de los raros cambios que han pasado en el clima? , desastrosos), luego porque parecía que todo mundo había escogido esa noche para salir a pasear: niños pequeños jugando, unos jóvenes que platicaban de su día, señoras que venían de la iglesia, señores que venían del trabajo, en fin, parecía día de fiesta.
Íbamos ella y yo platicando y discutiendo cuál sería la mejor forma de pasar esa noche, yo iba muy emocionado, un tanto nervioso, desde la última vez que le conté no había salido con ella, y aunque ya teníamos confianza, siempre esta esa parte de emoción que nunca se quita, recordando sus palabras: “es lo que le da sabor a la vida”.
Seguí con sus consejos, y le invite un helado, nos sentamos en la centro mismo de la plaza, ahí cerca del kiosko, donde otras tantas veces habíamos platicado, el aroma a domingo era inmejorable, toda la gente ahí reunida parecía disfrutarlo y así era, aunque hacía frio no era impedimento para pasar un buen rato.
La plática iba y venía con los temas más variados, desde el último libro que leímos ( porque ella es una gran lectora hasta hicimos una competencia para ver quien lee más libros al año, puedo creerlo? ) hasta los nuevos discos de vinilo y cual artista escuchar, desde política hasta nuestros grandes y heroicos antepasados, es lo que me gusta de ella, y como le dije una vez, me gusta por eso, porque puedo hablar y hablar con ella de todo, y ella me entiende, sabe de lo que le digo, a ella no le parezco “raro”, a ella le gusta mi forma de ser, y es lo mágico del asunto, encontrar a alguien así como ella, y un pueblo como este, hace más mágico todo.
Pero el frio seguía y seguía, entonces ella me dijo:
-Que frio hace verdad?
– Sí mucho – recordé cómo comportarme y lo que me dijo que hiciera en esos momentos y me quite mi chaqueta y la abrigue- Así estarás mejor – le dije y solté una sonrisa, ella hizo lo mismo.
– Gracias – contesto ruborizada y con una ternura que hiso que me sintiera muy apreciado
Seguimos platicando y cuando me di cuenta ya eran las 11 de la noche, y a esa hora la plaza empezó a quedar vacía, que mejor momento pensé. Para este momento nuestra platica era más íntima, hablando de sentimientos, debo de confesarle Maestro que sí el frio me pegaba más lo hacía las cosas que le decía, ya sabe que me pongo nervioso en esos momentos, por eso temblaba al hablarle, ella lo noto.
-¿Por qué tiemblas? ¡No me digas que estas nervioso!
– Es el frio, soy muy sensible a este clima – mentí un poco- pero sabes?, es mi clima favorito, lo prefiero al calor infernal.
– Yo también prefiero este clima
Y fue ahí donde me arme de valor, y le tome de las manos.
– Sabes?, Me gustas mucho, tus ojos, tu mechón de color azul, tus manos, y más importante aún, me gusta como piensas, me gusta platicar contigo, me gusta como hablamos por horas, me gusta que te gusten cosas que a mí me gustan, en definitiva me gustas tú.
– Tu también me gustas, y es por eso mismo, nunca me había pasado con nadie, me gusta cómo eres, como me tratas, la forma en que hablas, como nos entendemos, como podemos pasar de hablar de un tema a otro, como no hay silencios, me gusta tú.
Perfecto, todo era perfecto y se ponía mejor maestro; me acerque a ella y le di un beso, un bonito beso, uno largo, uno que nos unió, sus labios, sus ojos cerrados, su mano tomando mi mando, sus mechón de color azul tocando mi rostro, todo era perfecto maestro todo, desearía que hubiera estado ahí para verlo.
Mire mi reloj y ya eran casi las 12 de la noche, y vivíamos lejos de ahí, decidimos irnos, no sin antes darnos un largo abrazo, quitándonos el poco frio que nos quedaba, nos dimos otro beso pero ahora uno corto a modo de despedida, la tome de la mano y partimos a nuestras casa, lo mejor es que somos vecinos y así la podía seguir viendo.
Llegamos a su casa, que está pasando la mía y ahí frente a la puerta nos dimos otro beso, solo que ahora fue un poco más triste porque no la iba a ver hasta dentro de una semana, y que semana tan larga se me haría….
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Así paso maestro, fue la primera vez que salí con ella, y claro no sería la última, pero aquí solo le cuento de esa vez porque la primera vez siempre es la más mágica y esta vez no fue la excepción, ojala siguiera usted conmigo y me siguiera dando consejos ideas, pero su vida se ha consumido y no queda más que recordarlo mediante estas cartas que espero que donde este las lea, y claro que esto paso y claro que es verdad y quedan estas letras de testigo de lo que una noche fría de domingo de un 17 marzo de 1985 ocurrió.