Te vi a lo lejos

Te vi a lo lejos, y no deje de mirarte. Llevabas un vestido café lleno de flores, pegado a tu cuerpo, que hacia resaltar más tú ya de por sí perfecta figura, una pequeñas botas negras que hacían juego con tu vestido, cabello dorado perfectamente peinado y varias «pequitas» que no dejaban de brillar. Pero no me quise acercar. No quise romper la barrera del tiempo y de los silencios, la barrera de las peleas y del rechazo, la barrera de la inseguridad, preferí mírate a lo lejos. No te quise saludar.

No vayas a creer que aún no te puedo superar, no vayas a creer que todo el día te ando buscando, no vayas a creer que me convertí en tu «stalker» personal. Solo fue que ayer te vi, te vi a lo lejos, pero no me quise acercar.

Fue ayer, fue el día antes de ayer, ha sido toda la semana, todos los días me he encontrado contigo, y ningún día me he querido acercar, ni me atrevo a saludar, no vas a sospechar que aún no te puedo superar.

Corazón

                Mi visita al médico sólo confirmaría lo que yo ya sabía, estaba enfermo, no estaba seguro de qué, pero estaba enfermo.

                Acudí con un buen amigo, nos conocimos en nuestra época de estudiantes, en una de esas fiestas que solo los universitarios saben hacer, en esas fiestas donde abunda el alcohol y la decencia y la dignidad son nulas. Siempre había tenido la idea de tener un amigo medico, una amigo arquitecto, un amigo diseñador, en caso de enfermedad, de mejora a mi casa y de ayuda en mis aplicaciones, claro, como ingeniero nuestra amistad estaría bien correspondida.

–          ¡Cabrón! ¿Por qué no habías venido antes? Hace como un año que no te veía

–          Hola Aurelio, pues a decir verdad no me gusta visitar al médico, pero esta vez sí que me siento enfermo

Aunque tenía 26 años (faltaba un mes para mi cumpleaños 27) no me sentía muy joven en verdad, me sentía un tanto cansado de la vida, demasiado trabajo, y desde que me había convertido en Doctor  en Ciencias cada vez tenía menos tiempo para la fiesta. Y no es que no fuera invitado o que no conociera gente, sino más bien que yo no quería salir, y como lo dije, me sentía enfermo, no sabía de qué pero me sentía enfermo.

La rutina de revisión comenzó, revisar reflejos, revisar garganta, revisar ojos, oídos, rayos x, ahora me haría esa nueva revisión de la que tanto hablan, la de usar un “Trigmaniscopio”.

–          Pues te revisaré usando tu propio invento mi estimado Jorge, el llamado Trigmaniscopio. ¿Te ha traído dinero verdad? – dijo Aurelio con un sonrisa picaresca y propia de la juventud, el tenía mi misma edad.

–          Algo hay de eso – le contesté usando mí ya característica frase de afirmación, puede haber utilizado algún eufemismo como suelo hacerlo, pero estaba en confianza con él, somos amigos.

El Trigmaniscopio fue una invención mía que hice en colaboración con el departamento de medicina y el de óptica de la Universidad, un suerte de cámaras, rayos x  y rayos laser que usando la realidad aumentada (tan sobreexplotada en este 2017) permite que el médico pueda analizar los órganos internos del paciente y pueda por decirlo de alguna forma “jugar con ellos”, así evitando operar y biopsias con una efectividad y aproximación a la realidad de un 98%, obviamente me había traído dinero, ahora era lo que menos me preocupaba y faltaba, dinero.

 

–          No, no, no, esto no me gusta nada – el semblante de Aurelio cambio, ahora en vez de una risa, sus ojos reflejaban preocupación, preocupación al descubrir lo que el Trigmaniscopio le revelaba.

                Aurelio me mostró la imagen en una pantalla que estaba enfrente de mí, era mi corazón, no estaba bien, estaba fragmentado, dividido nada más y nada menos que en 7 pedazos, funcional,  pero dividido. Eso era por lo cual me sentía enfermo.

–          ¿Ves tu corazón? Esta divido lo que en términos médicos se llama “cardiofrustaiosis”  (no hacía falta decirle que me explicara en español, entre doctores nos entendemos), o lo que es lo mismo la “enfermedad de Elliot Smith”

–          ¿Elliot Smith el cantante? – pregunte extrañado, yo sabía que él se había suicidado después de una larga vida depresiva

–          Así es, en su momento se atribuyo su muerte a un suicidio, lo cual es correcto, pero luego se dieron más casos como el suyo, donde los síntomas siempre presentes eran tristeza, desapego a la vida, rechazo a la sociedad, al contacto, y todo esto con una clara disonancia cognitiva, ya que estos individuos estaban bien acompañados, bien relacionados con personas, algunos incluso con novia, Elliot Smith encajaba con estos síntomas y de ahí el nombre.

–          ¿Es entonces una enfermedad mezcla entre problemas mentales y físicos?

–          Es más bien que el problema mental lleva a que el corazón se encuentre dividido, en algunos individuos fue un rechazo, una muerte de un familiar, pero siempre era un trauma psicológico el que dañaba y dividía al corazón, siempre este trauma está relacionado con el amor.

Amor, amor, amor, esa palabra, un tema taboo para mí, solo lo usaba para decir que quería a mis padres y hermanos, y nada más, ese era el único tipo de amor que me era bien correspondido. Con la explicación de Aurelio me estaba imaginando el origen de todas mis fracciones de corazón, una a una las recordé, pero fue gracias a mi propio invento que pudimos saber más.

Aurelio uso esa pantalla táctil y saco mi corazón de mi cuerpo (me sentía tan orgulloso de ver a mi Trigmaniscopio funcionar) lo tomo por sus partes y a modo de dendrologo (esos científicos que estudian solo arboles) me enseño la vida de cada fragmento.

–          Mira como cada fragmento, al igual que la rama de un árbol indica la edad que tiene- uno a uno me los fue mostrando hasta llegar al más pequeño, y por lo tanto el más reciente – este más reciente tiene aproximadamente 4 años de que se forma, ¿recuerdas como te lo hiciste?

–          Sí, como olvidarlo.

Y era cierto, no podía olvidarlo, como olvidar a la persona que ayudo a que tuviera ese fragmento, era mi fragmento de mis 23 años, y no podía superarlo después de 4 años, y mi corazón era el que recibía todo ese recuerdo.

Termino la sesión con mi Trigmaniscopio y Aurelio, ya muy triste me dijo:

–          Mira, no te voy a mentir, es mi deber y  al haber hecho el juramento hipocrático te lo tengo que decir, te estás muriendo

–          ¿Estás seguro? ¿No hay esperanzas?

–          No, ninguna, el caso más raro de esta enfermedad llegaba a los 6 fragmentos, tu ya tienes 7, es una suerte que sigas con vida – y una lagrima se le escurrió por la mejilla

–          Uff, ¿Cuánto me queda?

–          Un mes, si mi amigo, morirás justo el día de tu cumpleaños 27 , una pena, una verdadera pena – y empezó a caminar en círculos por el consultorio

–          Un mes, un mes de vida, recién termino el doctorado y me queda un desgraciado mes de vida, estoy condenado –dije en tono burlón para quitar un poco de carga a la mala noticia.

Salí de ahí agradeciendo la consulta y el aviso, él no tenía la culpa de nada, solo era un mensajero de las noticias buenas y malas, pero para mí fortuna (la cual a veces me falla) fue una mala noticia la que esta vez me tuvo que decir. Vaya bipolaridad la de un medico al dar las noticias a sus pacientes.

Decidí entonces avisar a mi familia, entre llantos y pesares aceptamos mi enfermedad, les conté a mis amigos, pero no le quise contar a ella, no porque creyera que fuera un reclamo, sino mas bien porque no lo podía hacer,  en un giro del destino ella ya estaba felizmente casada, 4 años antes me dijo que no lo haría, pero así es esa palabra prohibida, amor, llego el hombre de su vida, amor, llego alguien que la saco de donde estaba atrapada, amor, llego quien le complementara, amor, y no, no era yo.

Me guarde entonces el secreto con ella, me quedaba un mes y debía disfrutarlo. Salí con mis amigos, bebí como antes, deje el trabajo en la facultad, visite a parientes que no había visitado en un buen tiempo. Llegó la cuarta y última semana de mi vida y con ella, el día de mi cumpleaños, el día de mi muerte.

Fue una pequeña fiesta, yo ya tenía una semana en cama, sin ganas de vivir, cansado, solo esperando la muerte, y que mejor que morir el día de tu cumpleaños, así terminaría mi vida, tan genial y épica como lo que había vivido hasta entonces ( o al menos eso yo sentía), me uniría al “Club de los 27” y hasta mi nombre  que empieza con “J” calzaba perfecto, estaría entonces al lado de los grandes músicos que siempre he admirado, eso esperaba. No era un creyente, ni religión tenía pero esta vez de verdad quería que hubiera cielo, y que fuera como lo imagine.

Mi concepto de cielo (formado a partir de mis lecturas de textos védicos) era que al llegar te permitían elegir un tiempo de tu vida para volver a vivir pero esta vez sería infinito, para algunos sería un castigo vivir una y otra vez lo mismo pero eso era lo que yo quería. Sin pensar mucho ya sabía a qué tiempo irme a vivir, a 2013, año de mis 23, año en que estaba a tu lado, quería volver a verte, desde ese año que no lo hago, quería ver tu mechón azul, como caía por tu frente, como a veces te tapaba un ojo, quería verlo de verdad; quería ver tu “pequitas” debajo de tus ojos, que acompañaban a esa delicada piel morena, en verdad quería verlas; quería ver tus ojos, esos grandes ojos color miel, tan expresivos, tan lindos, en verdad quería verlos; quería volver a ver tu cabello ese cabello dorado, ese cabello que me gustaba tocar, en verdad quería verlo.

Las ganas de volver a verte, aunque no estaba seguro de que pasará eso, me hacían querer morir de una buena vez, ¿Sería este el motivo por el cual las personas con esta enfermedad se suicidaban? ¿Tendrían el mismo concepto de cielo? ¿Querían llegar lo más pronto posible a ese cielo, sabiendo que ya la vida se acababa? No lo sé, pero quisiera que fuera verdad, esto hacía menos doloroso mi partida.  Mi corazón estaba fragmentado, no quedaba más, en verdad quería volver  verte, y esperar, esta vez, y ya en otro tiempo, ya en otra clase de vida, atrapado en mis recuerdos, poder deslumbrarte….