Quédate dormida

Quédate dormida, no pasa nada, solo te iba a decir algo que ya sabías.

Quédate dormida, solo te iba a decir cuanto te quería.

Quédate dormida, esta bien, solo te iba a decir todo lo que yo por ti haría.

Quédate dormida, solo era para decirte lo que sentía.

Quédate dormida, quería contarte que veo tus fotos cada día.

Quédate dormida, era escuchar tu voz, eso me bastaría.

Quédate dormida, no te iba a decir nada bueno, puras cursilerías.

Quédate dormida, puedes hacerlo, ya es muy noche, disculpa mi osadía.

En serio, no pasa nada quédate dormida, descansa, recupera energías, todo lo que te digo son puras palabrerías.

Me gusta lo efímero, me gustan los instantes, quédate dormida, no importa, igual te escuchas muy distante.

Quédate dormida y no respondas mis palabras, no respondas a mis reclamos, no respondas a mis reproches, no respondes a lo que te cuento, no respondas cuando diga que te quiero, no respondas cuando te digas que sin ti no puedo vivir, no respondas cuando te diga que yo solo estoy ahí para tí, no respondas cuando te digo que yo para ti viviré. En serio quédate dormida.

Quédate dormida y no escuches mis tonterías, solo son cosas del pasado, solo son cosas que no tienen forma, son solo cuentos de como te perdí, cuando nunca te tuve, son solo cosas que me invento, para poder estar contento.

Quédate dormida, este poema no era tan bueno, olvida todo lo que te decía.

Mi primer oro

Fue un Jueves. O quizás martes. La verdad que no recuerdo el día exacto que te conocí. Pero cómo nadie recuerda un jueves (algunos los martes) diré que fue un jueves, uno nubloso por cierto, el día que te vi por primera vez. A decir verdad no nos conocimos pues tu no me viste a mi (¿Y quién si lo hace? ¿Quién nota mi presencia?) Yo atribuyo el hecho de que no me voltearás a ver a que mirabas como si estuvieras en trance la puesta de sol. Digamos entonces que te conocí un Jueves por la tarde mientras el sol se ocultaba.
El hecho era que no dejabas de ver ese espectáculo, y yo no dejaba de ver al igual de espectacular, no dejaba de verte a ti, ni a tus ojos color miel, ni a tu dorado cabello, ni a tus dulces pecas, solo te miraba a ti, y tu no me mirabas, el encuentro perfecto.
El estar en un segundo piso, en lo alto de una montaña, con la vista de un valle al frente y con la puesta de sol encima, te tenia sometida a sus encantos, entonces imagínate a lo que tu me tenías sometido con la misma fuerza.
Era la inopia, estábamos en ella.
Estábamos ahí en ese lugar (lleno de computadoras por cierto ¿puedo estar en otro lugar y sentirme más cómodo que aquí?) y no estábamos. Tu perdida en la inmensidad contemplando al paisaje, yo perdido en la inmensa belleza que representaban tus deliciosos (si se pudieran comer lo serían) ojos color miel.
Y es que éramos tan jóvenes en aquel entonces, tu quizás 18 yo apenas 19, estábamos en la flor de la juventud y los dos maravillados con lo que frente a nuestros ojos se desarrollaba. Dos jóvenes que iniciaban en la vida universitaria. En ese momento no sabía lo que significarías para mi, sin embargo aun no se lo que yo signifique para ti, lo cual me hace que siga en atrapado en aquel momento y lo que me hace también que el recuerdo siga tan vivo en mi como si unas horas hubieran pasado, cuando en verdad han pasado años, cinco años ya, y los que faltan.
Por eso odio mi memoria y su gran capacidad para retener cosas. No odio ser inteligente, odio tener que recordar todo y que lo que recuerde sea solo eso: cosas que se han quedado en el pasado y que ya no están más a mi lado, eso es lo que odio en verdad. Pues quien iba a querer olvidar a alguien como tu. No lo creo. No. No existe nadie que quiera alejar de su mente y de su presencia a alguien así como tu. Es por eso que aunque pase el tiempo y ya ni siquiera sepa donde estas aun te recuerdo. Increíble aun más que recuerde el justo día que te miré, el justo día que te encontré.
Naturalmente no me acerque. No te dije hola. No te sonreí. No fui a saludarte. No fui a decirte que linda tarde. No fui a decirte que hacía calor. No fui a decirte que nunca te había visto por acá. No fui a preguntar tu nombre. No fui a decirte que había encontrado a la persona más linda del mundo. No hice ninguna de esas cosas. Lo único que hice fue esconderme justo cuando volteaste. ¿Sentiste mi mirada? Yo creo que sí. Pues ya habían pasado diez minutos sin que yo pudiera dejar de verte. Y cuando te diste la vuelta para ver quien era el que posaba sus ojos en ti no encontraste a nadie y te fuiste.

Y no era que no lo quisiera hacer, pero aquella vez no me atreví. No pude. Estaba hechizado por la más hermosa vista que mis ojos habían podido captar. Por eso no te dije nada. Simplemente no pude verte directo a los ojos y no sentir que estabas tan lejos de mi, te sentí tan inalcanzable esa vez que deje que te fueras.
Por eso me conociste después que yo. Por eso paso un año antes de que me conocieras. Lo bueno que el tiempo es relativo. Ese año para mi se fue como un suspiro y sentí que fue esa misma tarde, cuando quería que me vieras, cuando quería que te dieras cuenta de que era yo quien te miraba y te miraba y que ya no dejaría de hacerlo. Aun ahora lo hago, y sigo siendo bueno, pues tu no te das cuenta, así es como te puedo contemplar y seguir admirando todo lo que tu eres.

Ese día te convertiste en mi crush, en mi amor imposible, en mi sueño, aquel jueves por la tarde de 2009 mientras el sol se metía en aquel verde valle, mientras yo estaba a tu espalda y no dejaba de mirarte te convertiste en lo único en lo que podía pensar. Te convertiste en mi oro. Mi primer oro.

Palabras

Te entrego estas palabras, pues son de mí para ti, con toda dedicación.
Te entrego estas palabras pues son especiales, y deseo que se conviertan para ti en especiales.
Te entrego estas palabras porque no se las diré nunca a nadie más, pues solo y solo son hechas para ti.
Te entrego estas palabras que en mi corazón yo ya no puedo guardar, a ti te las voy a entregar.
Te entrego estas palabras para que las conserves, pues ahora te pertenecen y las debes de cuidar, tanto así como yo las cuide y resguarde hasta el día que te encontré.
Te entrego estas palabras, no para que te rías, sino para que sientas lo que yo siento al decirlas.
Te entrego estas palabras que ya no me pertenecen más, pero que ahora tu conmigo compartirás.
Te entrego estas palabras: Te quiero.